domingo, 15 de febrero de 2009

Los sentidos de la crítica

Los sentidos de la crítica

César Ricardo Luque Santana

“…un príncipe prudente [debe contar] con hombres sabios,
y sólo a ellos debe dar libre arbitrio para que le digan la verdad.”
Maquiavelo (El príncipe)


En mi colaboración anterior analicé someramente la relación entre la crítica y el poder, afirmando que la crítica como tal es una sóla, y que las alusiones o interpretaciones de una crítica entendida sólo como rechazo u objeción, o incluso como crítica negativa versus crítica constructiva son erróneas, pues por un lado se entiende coloquialmente y en forma unilateral a la crítica como algo meramente destructivo que sólo busca dañar, mientras que por el otro lado se introduce un matiz aduciendo la posibilidad de una “crítica constructiva”, lo que indicaría que hay una crítica sana, es decir, una crítica que no tiene por objeto únicamente causar daño sino también aportar soluciones a los problemas que señala.

En virtud de ello, creo necesario profundizar un poco más sobre el concepto de crítica para ponerlo a salvo de los sentidos vulgares que le endosan y que están muy generalizados. Pero antes trataré de rescatar otros puntos del artículo anterior que considero pertinentes dejar aclarados para atender de manera breve los fundamentos filosóficos de la crítica.

Creo que en el primer sentido se encuentra la generalidad de las personas que tienden a considerar la crítica como infundio o calumnia per se (la crítica como hablar mal de los demás) o al menos como un ataque que aunque vierta razones válidas, su intención es ocasionar un daño a quien va dirigido. El segundo sentido es más típico de los políticos en el poder quienes buscan minimizar las críticas en su contra sin cuestionar la crítica en sí misma, pues como servidores públicos no pueden estar abiertamente en contra de ella, de manera que tratan de reducirla a su mínima expresión, comprando conciencias ya sea para que los adulen o para silenciarlas.

Así entonces, en el primer significado la noción de crítica suele ser inconsciente mientras que en el segundo tiende a ser deliberada, pero en ambos –insisto-, dicha noción es equivocada, aunque en este esta última interpretación, lo equivoco reside en su ambigüedad y carácter confuso, en otras palabras, porque tiene la apariencia de ser una distinción legítima.

Por ello decía que los políticos y gobernantes que son reactivos a la crítica, aducen una supuesta dicotomía o maniqueísmo de ésta, pero realmente no están contra la supuesta mentira de la crítica que los lesiona porque es evidente que no se incomodan ante la adulación que por definición está basada en la mentira. Pero además, sostener que el crítico debe también solucionarles los problemas es un exceso de su parte porque son ellos los que tienen los instrumentos para esos menesteres y es desde luego su obligación como autoridades. Es como si uno como espectador de un espectáculo considera que el artista no hizo bien su trabajo, no por ello está obligado como crítico a hacer el trabajo del artista. O situándose desde el lado del gobernante, Maquiavelo recomienda a éstos que se rodeen de consejeros críticos cuidándose de los aduladores (ver capítulo XXII de El Príncipe), pero en modo alguno delegar su facultad de tomar las decisiones, por ello dice en el final de este capítulo que “…los buenos consejos, vengan de quien vengan, conviene que nazcan de la prudencia del príncipe, y no la prudencia del príncipe de los buenos consejos”

También aludía en mi mencionado escrito a la escasez de críticos o escritores independientes, lo cual se explica por lo que decía Rousseau en el epígrafe de dicho artículo, de que el intelectual plegado al poder obtiene ventajas y canonjías que normalmente no obtendría como un intelectual independiente. Por ello podemos ver incluso a intelectuales y periodistas que son críticos con gobernantes de un determinado partido, que son muy consentidores o alcahuetes con otros. La actitud convenciera de actuar como sirvientes del poder no significa que no tengan preparación o capacidad, sino que son inmorales porque están dispuestos a actuar por consigna para mantener sus privilegios llegando incluso al envilecimiento. Desde luego que para que haya este tipo de intelectuales se necesita que existan gobernantes que ven la crítica como una ofensa.

¿Cuál es entonces el sentido conceptual de la crítica que nos autoriza a sostener que la crítica como tal sólo es una? La crítica en sentido conceptual nos remite en primera instancia al planteamiento kantiano de la crítica como conocimiento y en el segundo caso a Marx quien enfatiza la crítica como denuncia

En Kant, la crítica no es mera impugnación o rechazo sino ante todo conocimiento. Para él, la crítica a la razón pura (teórica o discursiva) es una búsqueda de los fundamentos, alcances y límites del conocimiento racional, un cuestionarse hasta dónde es legítimo este conocimiento basado en la razón. En otras palabras, Kant quiere determinar las condiciones de posibilidad del conocimiento y examinar la facultad cognoscitiva de la razón.

Para Kant, conocer algo no implica de entrada emitir juicios de valor sino ante todo juicios de hecho, es decir, en principio no se trata de asumir una actitud valorativa para aceptar o condenar algo. En este problema hay un trasfondo que tiene que ver con la cuestión de la ideología y la objetividad en el sentido de que si no se separan ambos tipos de juicios, se corre el riesgo de distorsionar la realidad por un subjetivismo. Recordemos que en este punto aludíamos anteriormente a José Ortega y Gasset quien hacía una advertencia similar diciendo que la función esencial del intelectual es la de aclarar un problema y que para ello debía evitar dejarse llevar por consideraciones subjetivistas (emocionales o ideológicas) porque estaría reemplazando el análisis por el panfleto. En otras palabras, se pondría a la razón al servicio de una causa política o ideológica sin importar cuál sea, en demérito de la verdad. En un caso así, lo ideológico empañaría inevitablemente al conocimiento científico quitándole o restándole cientificidad al análisis.

Ahora bien, el problema de la objetividad del conocimiento no significa pretender una supuesta neutralidad del sujeto cayendo en la dicotomía de juicios entre los juicios de hecho y juicios de valor como querían los positivistas, pues la subjetividad como tal y los valores no se pueden evitar, pero si se puede evitar faltar deliberadamente a la verdad para acomodar las cosas a intereses ajenos a ella.

En cuanto a la crítica como denuncia, en efecto en el joven Marx se presenta la crítica como desenmascaramiento, esto es, como poner al descubierto la verdad y sacar de ello todas las consecuencias. La crítica hacia todo lo existente, hacia lo establecido, debe ser según él, despiadada, sin concesiones ni consideraciones. La crítica ha de ser radical porque lo radical es ir a la raíz de las cosas, a sus fundamentos.

En la Crítica a la filosofía del derecho de Hegel de 1843, es donde Marx postula por vez primera la crítica como desenmascaramiento o denuncia. Se trata decía él, de mostrar la injusticia y provocar la indignación, es decir, de presentar con crudeza la realidad sin subterfugios, pero tampoco inventando cosas que no existen. La crítica no es entonces un fin en sí mismo, puro conocimiento o interpretación, sino que es un medio que debe llevar a la transformación revolucionaria de un orden social injusto. La praxis revolucionaria es tanto teórica como práctica.

En conclusión, la fundamentación de la crítica que aportan Kant y Marx son complementaria porque la crítica no se reduce a un problema sólo epistemológico sino que también es de índole social, por lo cual lo objetivo y lo subjetivo forman una unidad dialéctica. Por ello, reiteramos que la crítica “es la capacidad de juzgar con conocimiento de causa y con responsabilidad, es decir, opinar con base en información (datos duros), razonamiento lógico y honestidad intelectual.”

Luque2009@gmail.com