jueves, 25 de febrero de 2010

José Saramago - De las piedras de David a los tanques de Goliat

De las piedras de David a los tanques de Goliat

José Saramago*

Afirman algunas autoridades en temas bíblicos que el Primer Libro de Samuel se escribió en la época de Salomón o inmediatamente después; en cualquier caso, antes del cautiverio en Babilonia. Otros estudiosos no menos competentes afirman que no sólo el Primero sino también el Segundo Libro de Samuel se redactaron después del exilio de Babilonia, y que su composición obedece a lo que la estructura histórico-político-religiosa denomina esquema deuteronomista, es decir, sucesivamente, la alianza de Dios con su pueblo, la infidelidad de ese pueblo, el castigo de Dios, la súplica del pueblo, el perdón de Dios. Si el venerable texto procede de la época de Salomón, podemos decir que sobre él han pasado hasta hoy, en números redondos, unos tres mil años. Si los redactores llevaron a cabo su trabajo después de que los judíos regresaran del exilio, entonces hay que restar a ese número unos 500 años, mes más, mes menos.

Esta preocupación por el rigor temporal tiene como único propósito proponer a la comprensión del lector la idea de que la famosa leyenda bíblica del combate entre el pequeño pastor David y el gigante filisteo Goliat (que no llegó a producirse) se cuenta equivocadamente a los niños, por lo menos, desde hace 25 o 30 siglos. A lo largo del tiempo, las diversas partes interesadas en el asunto han ido elaborando, con la conformidad acrítica de más de 100 generaciones de creyentes, tanto hebreos como cristianos, toda una engañosa mistificación sobre la desigualdad de fuerzas que había entre los brutales cuatro metros de altura de Goliat y la frágil complexión física del rubio y delicado David. Dicha desigualdad, enorme según todas las apariencias, quedaba compensada e invertida a favor del israelita gracias a que David era un muchacho astuto, y Goliat, una estúpida masa de carne; tan astuto era el primero que, antes de ir a enfrentarse al filisteo, encontró en la orilla de un riachuelo que había por allí cerca cinco piedras lisas, que metió en la alforja; tan estúpido el otro, que no se dio cuenta de que David llegaba armado con una pistola. Que no era una pistola, protestarán, indignados, los amantes de las verdades míticas soberanas, que era simplemente una honda, una humildísima honda de pastor, como las que habían utilizado en tiempos inmemoriales los criados que tenía Abraham para cuidar el ganado. Es verdad, no parecía una pistola, no tenía cañón, no tenía culata, no tenía gatillo, no tenía cartuchos; lo que tenía eran dos cuerdas finas y resistentes, atadas por los extremos a un pequeño pedazo de cuero flexible, en cuyo hueco la mano experta de David colocó la piedra que, desde lejos, partió veloz y poderosa como una bala contra la cabeza de Goliat, le derribó y le dejó a merced del filo de su propia espada, que ya empuñaba el diestro tirador. Si el israelita consiguió matar al filisteo y dar la victoria al ejército de Dios vivo y de Samuel, no fue por ser más astuto, sino simplemente porque llevaba consigo un arma de largo alcance y sabía manejarla. La verdad histórica, modesta y nada imaginativa, se conforma con enseñarnos que Goliat no tuvo ni siquiera la posibilidad de poner las manos encima de David; la verdad mítica, insigne fabricante de fantasías, nos embaucó hace 30 siglos con el maravilloso cuento del triunfo de un pequeño pastor sobre la brutalidad de un guerrero gigantesco al que, al final, de nada sirvió el pesado bronce del casco, la coraza, las espinilleras y el escudo. Sea cual sea la conclusión que podamos sacar del desarrollo de este edificante episodio, David, en las numerosas batallas que le convirtieron en rey de Judá y Jerusalén y extendieron su poder hasta la margen derecha del Éufrates, no volvió a usar la honda ni las piedras.

Tampoco las usa ahora. En los últimos 50 años han crecido hasta tal punto las fuerzas y la dimensión de David, que ya no es posible ver y reconocer diferencias entre él y el altivo gigante; incluso puede decirse, sin ofender la deslumbrante claridad de los hechos, que se ha convertido en un nuevo Goliat. David, hoy, es Goliat, pero un Goliat que ya no carga con armas de bronce inútiles y pesadas. Aquel rubio David de antaño sobrevuela en helicóptero las tierras palestinas ocupadas y dispara misiles contra inocentes desarmados, aquel delicado David de otrora tripula los tanques más poderosos del mundo y aplasta y revienta todo lo que encuentra a su paso, aquel David lírico que cantaba loas a Betsabé, encarnado ahora en la figura gargantuesca de un criminal de guerra llamado Ariel Sharon, lanza el 'poético' mensaje de que primero es preciso acabar con los palestinos para después negociar con los que queden. En pocas palabras, en esto es en lo que con ligeras variaciones meramente tácticas, consiste desde 1948 la estrategia política israelí. Intoxicados mentalmente por la idea mesiánica de un Gran Israel que haga por fin realidad los sueños expansionistas del sionismo más radical, contaminados por la monstruosa y arraigada 'certeza' de que en este mundo catastrófico y absurdo existe un pueblo elegido de Dios y que, por tanto, están automáticamente justificadas y autorizadas, en nombre de los horrores del pasado y de los miedos de hoy, todas las acciones nacidas de un racismo obsesivo, psicológica y patológicamente exclusivista, educados y formados en la idea de que cualquier sufrimiento que hayan infligido, inflijan o vayan a infligir a los demás, especialmente a los palestinos, siempre será inferior a los que ellos padecieron en el Holocausto, los judíos arañan sin cesar su propia herida para que no deje de sangrar, para hacerla incurable, y la muestran al mundo como si se tratase de una bandera. Israel se adueña de las terribles palabras de Dios en el Deuteronomio: 'Míos son la venganza y el pago'. Israel quiere que todos nosotros nos sintamos culpables, directa o indirectamente, de los horrores del Holocausto; Israel quiere que renunciemos al más elemental juicio crítico y nos transformemos en un eco dócil de su voluntad; Israel quiere que reconozcamos de iure lo que, para ellos, es ya un ejercicio de facto: la impunidad absoluta. Desde el punto de vista de los judíos, Israel no podrá ser nunca sometido a juicio, porque fue torturado, gaseado e incinerado en Auschwitz. Me pregunto si aquellos judíos que murieron en los campos de concentración nazis, aquellos que fueron perseguidos a lo largo de la historia, aquellos que murieron en los pogromos, aquellos que quedaron olvidados en los guetos, me pregunto si esa inmensa multitud de desgraciados no sentiría vergüenza al ver los actos infames que están cometiendo sus descendientes. Me pregunto si el haber sufrido tanto no sería el mejor motivo para no hacer sufrir a los demás. Las piedras de David han cambiado de manos, ahora son los palestinos los que las arrojan. Goliat está al otro lado, armado y equipado como nunca lo ha estado soldado alguno en la historia de las guerras, aparte, claro está, del amigo norteamericano. Ah, sí, las horrendas matanzas de civiles causadas por los llamados terroristas suicidas... Horrendas, sí, sin duda; condenables, sí, sin duda, pero a Israel le queda aún mucho que aprender si no es capaz de entender las razones que pueden llevar a un ser humano a transformarse en una bomba.

Escritor portugués, premio Nóbel de Literatura de 1998. ©
Parlamento Internacional de Escritores

Recopilación:
Lic.Jorge Horacio Raíces Montero
Psicólogo Clínico
infopsicologia@ciudad.com.ar
raices_montero@ciudad.com.ar
http://ar.groups.yahoo.com/group/Raices_Montero
Telefax: 4773.8432

domingo, 21 de febrero de 2010

Filósofo francés reconoce haber citado a un filósofo inexistente

Filósofo francés reconoce que citó a un filósofo ficticio sin saberlo

Bernard-Henri Levy admitió hoy haber caído en la trampa de un periodista, citando en uno de sus últimos libros la obra de "Jean-Baptiste Botul", un pensador ficticio, supuesto padre de una corriente filosófica llamada "botulismo".

Jean-Baptiste Botul no existe, pero Bernard-Henri Lévy (BHL) ha demostrado lo contrario citándolo como referencia académica de sus tesis antikantianas. El filósofo 'chic', en efecto, menciona las conferencias de Botul en la Pampa y recurre a unas reflexiones aireadas en Paraguay. Ignorando que Botul es un invento del profesor y sátiro Frédéric Pagès. Suyo es el 'Diario de Carla B' (Carla Bruni) que aparece los miércoles en semanario 'Le Canard Echaîné' y suya fue también la idea de engendrar a un pensador postkantiano y extravagante.

"Resulta que fue una patraña", admitió BHL en la web de su revista 'La Regle du Jeu'. "Fue una patraña realmente brillante y muy creíble. Así que me han pillado, a mí y a los críticos que leyeron el libro cuando se publicó. Así que lo único que puedo decir, sin remordimientos, es: ¡Felicidades al artista!".

Llama la atención que BHL no se percatara de semejante travestismo. Y que concediera valor filosófico a las absurdas obras de Botul. Entre ellas 'La vida sexual de Kant' y 'Landru, precursor del feminismo', ambas escritas con la pluma impostora de Pagès. El desliz de Henri Lévy recorre la web, los mentideros y la prensa seria. De hecho, fue un artículo aparecido en 'Le Nouvel Observateur' el que alertó del traspiés de BHL. Grave e insólito en la medida en que el filósofo francés cita a Botul para demoler a Kant.

"Después de la Segunda Guerra Mundial, y en una serie de conferencias a los neokantianos de Paraguay, Botul les demuestra que su héroe es un falso abstracto, un puro espíritu de pura apariencia", escribe BHL a propósito de la tesis antikantiana.

Semejante conclusión puede leerse en la página 122 de 'De la guerra en filosofía'. Un compendio de reflexiones publicado por la editorial Grasset que el propio autor considera como la quintaesencia de sus valientes posicionamientos filosóficos.

Así se explica el revuelo y hasta el escarnio que han suscitado sus elogios al pensamiento de Botul. La voz aparece en la enciclopedia Wikipedia, aunque los pormenores biográficos, la trayectoria vital (1896-1947) y el catálogo de sus obras no pueden sustraerse a la advertencia preliminar del texto: "personaje ficticio creado por Frédéric Pagès".

Quede claro, además, que el pensamiento de Botul y sus libros se articulan siempre en el sarcasmo y la extravagancia. Empezando por el siniestro Landru, a quien el filósofo inexistente le atribuye un tesoro epistolar y un papel de pionero en el movimiento feminista.

Hablamos de Henri Désiré Landru, cuyo apodo, 'Barba Azul', hizo correr ríos de sangre y de tinta a cuenta de su historial de asesino en serie. Mató y desolló a 11 mujeres, de modo que sus razones protofeministas interesaron a Botul y dieron origen a un libro. No lo ha tenido en cuenta Henri Lévy, pero el filósofo francés sí parece haber otorgado credibilidad a 'La vida sexual de Kant'. Necesitaba leña para quemar al maestro de Königsberg y para demonizarlo entre las páginas de 'De la guerra en filosofía'.

Hasta el extremo de que lo califica como "un loco furioso del pensamiento y un enrabietado del concepto". Tiene sus propias razones BHL, pero apela igualmente a las de Botul como garante de su diatriba al autor de la 'Crítica de la razón pura'.

Queda en entredicho la oleada publicitaria, mercadotécnica y mediática que había preparado Henri Lévy para divulgar sus dos últimas obras. El filósofo se deja fotografiar moreno y altivo en las entrevistas que concede a los semanarios de gran tirada. También se ha multiplicado en los platós televisivos y en los programas radiofónicos, pero el caso Botul amenaza con relativizar la campaña y hasta la credibilidad de sus textos.

Más aún cuando él mismo escribe que "la verdadera cuestión para un filósofo estriba en saber cuáles son sus adversarios y no sus aliados". Puede tener razón, aunque el procedimiento selectivo podría utilizarse para distinguir a los existentes de los inexistentes.

Comenzando por Jean-Baptiste Botul. Sus hitos y su leyenda han dado nombre a un premio literario que se entrega sistemáticamente a un miembro del jurado. Mérito de la ironía de Frédéric Pagès, cuyos deberes de paternidad respecto al filósofo fantasma explican la construcción de una biografía. Se le atribuyen a Botul amores con Marie Bonaparte y con Simone de Beauvoir. También se le relaciona con Zapata y con Pancho Villa. En ambos casos antes de divulgar en la Pampa la palabra de Kant.

Fuente: www.elmundo.es